50 cántaros. Y que me quiten lo bailao…

Siempre pensé que iba a morir joven, como los del club del 27, pero hoy llego a los 50 años, medio siglo, quién lo diría… La vida es como las bodas de Caná, a veces música y alegría, a veces angustia, porqué la batería de la ilusión y la fiesta se ha terminado y te mantienes en pie con cara de poker delante de los invitados que ignoran tus batallas interiores y las ruinas del corazón.

Repaso las fotografías y los recuerdos; mi niñez  pobre pero llena del cariño de mi madre, mi vocación temprana, los primeros dibujos, un pato,  que me enseñó a hacer mi padre, mi traje de San José con 5 años… ¡Nunca hubo un San José tan sonriente con su barba pintada con carbón quemado… ¡ A los 11 años me fui al seminario, oh locura, y hasta hoy; milagrosamente, aquí sigo en las filas de la Iglesia a la que quiero como Madre llena de luz y alguna sombra, pero mi Madre al fin.

Los Salesianos me enseñaron a ser cómo soy y Don Bosco continúa siendo mi modelo de cura multitarea, apasionado por la vida y la juventud. Qué si mi madre se murió con cuarentaitantos, que si mi padre se marchó después y así durante 30 años intenté mantener unida a la familia peculiar que somos. Mi padre se murió este pasado año y le pude acompañar en el último día de vida. Desde el cuadro de su boda  que me entregaron en el tanatorio, mis padres me contemplan durmiendo en mi habitación y yo los imagino por fin ya en paz. Y lo de la familia unida, pues no lo conseguí. Perdí mi casa familiar y a una parte muy importante de los míos, que no sé si un día volverán.

Publiqué siete discos, compuse cientos de canciones y varios musicales y escribí  un libro “la Vecina de Jesús”.  Di montones de conciertos…En cada canción partí una parte de mí que ahí se quedó. Todo con gran esfuerzo, de vida, de tiempo y de buscar dinero para poder publicar. Sé que hubo personas que las escucharon y quizá les hizo bien. Muchos de ellos ni siquiera saben quién soy y muchas veces no tuve ni el reconocimiento, ni la gratitud, no digamos una retribución económica…

Pero esa era mi misión: hacer que la gente redescubriese a Jesús y su mensaje. No sé si será por estos tiempos depresivos o por mi tendencia a la tragedia griega pero en esta boda de mi vida se me hacen muy hirientes los propios errores, las rupturas, los cántaros vacíos. ¿Cuántos cientos de campamentos, charlas, convivencias, confirmaciones, misas…? ¿Cuántos conciertos y funciones? Miles de personas  por los que verdaderamente me esforcé y no sé si valió para algo…

Aun así  cuando María, la Virgen del Pilar, (¡Qué coincidencia!, ¿verdad?), me ve hundido en mi tinaja vacía, me envía a grande amigos que hacen lo Que Jesús les dice, en mi caso, llenarme de esperanza, de mensajes de wasap, de fotos de pájaros, de plastilinas, de palabras de ánimo, de cenas, de ser verdaderos amigos . Y así vuelvo a sentir el milagro de Caná en mí y me decido a levantarme y seguir adelante, escribiendo estas palabras,  lanzándome a un nuevo musical, componiendo canciones que quien sabe quién escuchará o cantará, predicando o montando convivencias y campamentos…. Esa es mi vida y mi misión. Y Dios sabrá, nunca mejor dicho, si valió de algo.

Mis amigos. No puedo nombrarlos porque son muchos y muy queridos, alguno de hace muchos años, otros que acaban de llegar. Pero ellos me auxilian con su tiempo, sus consejos,  incluso su dinero, y convierten mi vida en una boda. Compañeros del seminario,  amigos de Puertollano, del Paseo, de Colmenar, de Argentina, de mi querida Parroquia del Pilar.  Amigos del mundo de la música, amigos curas patruyeros, amigos que Dios me trajo. No tengo canciones y vino suficientes para daros las gracias.

 Y mis hermanos. Les agradezco cada minuto de sus vidas, y siento si no fui lo que esperaban…

Recuerdo los Cristos de nieve o arena que esculpí y que se llevó el viento y el olvido.  Yo recibí el mandato directo de Dios de comunicar su mensaje, pero siento la desazón de que tantas cosas hermosas que se hicieron para compartirse se queden en el cajón o en el viento. Veremos cuál es el plan de Dios que es el que las inspira.

Conocí al Papa Francisco y me dio un encargo. No sé si podré cumplirlo, pero el mate que compartimos jamás lo olvidaré.

Perdón a los que herí o decepcioné; os puedo asegurar que no lo hice queriendo. Gracias los que lleguen estas palabras, por algo será.

Nunca olvidéis de que Jesús puede llenar vuestra vida de alegría, de luz, de fiesta y esperanza.

Yo ya soy un señor mayor, calvito y gordito, un cura-artista que sólo tiene un perro grande  y baboso. Pero tengo muchos nombres en mi corazón y si mañana se terminase el viaje me siento agradecido a Dios por cada uno de ellos y lo que compartimos, estén ahora en mi vida o no.

Las personas son el regalo de Dios. Gracias, Gracias,  Gracias.

Y que en esta boda, y que en esta vida, me quiten lo bailao…

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